Opinión

Un mes del Orgullo Prometedor

Un mes del Orgullo Prometedor
Rodrigo y Rocío

La semana que termina trajo una noticia importantísima para las personas trans, es decir, para aquellas cuya identidad de género no coincide con el sexo biológico y el género que se les asignaron al nacer. Como sabemos, la Organización Mundial de la Salud dio a conocer su nueva clasificación de enfermedades (la ICD-11); y, en ella, la “incongruencia de género” asociada a la transexualidad pierde su calidad de enfermedad mental. Esta modificación puede considerarse histórica, tal como en su momento lo fue la despatologización de la homosexualidad en 1990.

Desde un punto de vista antropológico, en diversas culturas ha existido y existe un espacio social para las personas que se ubican fuera del binario hombre-mujer. Sin embargo, la psiquiatría como disciplina médica ha edificado sus categorizaciones a este respecto desde una visión binaria, que no alcanza a dar cuenta de estas realidades.

Vale la pena señalar que el concepto de “transtorno de la identidad sexual” ha sido históricamente objeto de numerosas críticas, desde fuera pero también desde dentro del marco científico. Este debate al interior de la comunidad científica no ha sido suficientemente conocido por la sociedad, y resulta fundamental rescatarlo, ya que de otro modo corremos el riesgo de interpretar este cambio como fruto exclusivo del activismo ligado a los derechos humanos. Este análisis puede reforzar la concepción de algunos grupos que interpretan transformaciones de esta naturaleza como victorias de una cierta “ideología”. Lo cierto es que estamos hoy frente a un consenso de la comunidad científica internacional, que se deshace de una categorización ineficaz desde un punto de vista médico. Además de ser, ciertamente, una clasificación vulnerante para los derechos de las personas trans, al patologizarlas y abrir la puerta, por ejemplo, a terapias que buscan “curarlas”. Desde Todo Mejora, damos fe de los efectos nocivos que esta aproximación a la transexualidad tiene, especialmente en niños, niñas y adolescentes (NNA).

El acceso a prestaciones médicas sigue siendo un tema pendiente, y es justamente por esa consideración que la transexualidad no queda del todo fuera del listado de la OMS, quedando bajo el ítem de “disfunciones sexuales”. Esto permitirá que, tal como una serie de situaciones de salud que no constituyen enfermedad (como el embarazo), permitan acceder a programas de salud. Como hemos planteado en el marco del Proyecto de Ley de Identidad de Género -que esta semana nos dio otra buena noticia al ser incorporados en la comisión mixta les NNA bajo 14 años-, estas intervenciones requieren ser multisectoriales y, especialmente en el caso de NNA, tener un foco familiar y comunitario.